ESTE BLOG ES VUESTRO

Este BLOG os pertenece, es vuestra puerta al mundo de la escritura, es decir al mundo de la vida. Podéis abrir la puerta con suavidad, sin apenas meter ruido. O podéis abrirla de forma escandalosa, llamando la atención de todos. Podéis entornarla un poco, o podéis abrirla de par en par. Cada uno tiene que encontrar su propia forma de llamar a esa puerta, de abrirla, de hablar con los que están dentro o con los que quedan fuera. Parece fácil, pero ese aprendizaje puede llevar toda la vida.

martes, 5 de abril de 2011

"SERÍA UNA GOLONDRINA": UN POEMA EN PROSA DE SONIA RODRÍGUEZ-BARBERO DE 2º C BTO.

Uno no cree en las revelaciones, ni mucho menos en la telepatía,  pero sí cree en las coincidencias de las que está hecha la vida, de las que están hechos los sueños, de las que estamos hechos los que vivimos y soñamos. Alguien cambia en el último minuto, sin saber por qué, el rumbo, que llevaba, coge una calle distinta y encuentra al hombre o a la mujer de su vida, que de otro modo quizá nunca hubiera tenido la oportunidad de conocer; alguien poco aficionado a la lectura coge, aburrido, un libro abandonado en el banco de un parque, y ese libro cambia su visión del mundo y de sí mismo. Alguien...

Alguien, uno, pensaba justamente esta misma mañana que este Blog "ESCRITORES DE LA SERNA" estaba injustamente abandonado por nuestros escritores, porque casi había pasado un mes desde la última entrada, y esta misma tarde recibimos, gracias a los buenos oficios del profesor Juan Acebes, un precioso texto de SONIA RODRÍGUEZ-BARBERO, de 2º C de Bto., y alguien, uno, no puede dejar de pensar en esas coincidencias de que estamos hechos nosotros, los sueños y la vida.

De estas líneas debe, justificadamente, estar orgullosa SONIABÉCQUER  sin duda estaría orgulloso de ellas. Nosotros también lo estamos de poder darles acogida en este blog.



"SERÍA UNA GOLONDRINA", por SONIA RODRÍGUEZ-BARBERO, de 2º C BTO.

Si fuera un pájaro, sería una golondrina, sería blanca, roja y negra, y Bécquer me habría escrito un poema. Podría volar, sería viento; viento corriendo entre árboles, velocidad en un arranque de aire.

Sería libertad. Podría ser el hilo musical de la vida, de los atardeceres de verano. Donde ahora tengo miedo, entonces tendría valor. Podría dar la vuelta al mundo con solo lo que llevase encima, un corazón que late, alas sanas y un horizonte como dirección. Sería tan fácil dejar atrás esta ciudad, con su tráfico diabólico y sus antenas de televisión en cada tejado.

Emigraría cuando llegase el invierno, para no tener que soportar ese frío que se construye el nido en mi cama, y que, mientras estoy dormida, me picotea los pies. Volaría hacia el sur, y sería la primera en saludar al sol por las mañanas, haría mi ala izquierda unos buenos días, y para despedirme unas buenas noches a la derecha. Me alejaría entre las nubes, y te dejaría a ti con un puñado de miguitas de pan en tierra. ¿Y entonces qué harías? ¿Qué harías, amor, si fuera una golondrina y tuviera que irme al acabar el verano?

- Yo sería Bécquer.


lunes, 7 de marzo de 2011

¿HAS ESTADO A PUNTO DE TOCAR EL CIELO?: UN POEMA DE NURIA BURGUEÑO DE 2º B ESO

!Ay, el amor! No hay tema más universal en la poesía y en la literatura entera, y al mismo tiempo nada tan íntimamente personal, porque todos vivenciamos ese sentimiento de manera indefiniblemented distinta. Por eso los poemas de amor parece que se dirigen a todos, pero hablan a cada hombre y a cada mujer de manera tan íntima que se hacen propios e intransferibles.

No importa que la emoción expresada por NURIA BURGUEÑO proceda de la experiencia personal o de la imaginación -ya hemos dicho que dentificar el "yo lírico" del poema con el autor es tan abusivo como identificar al autor de una historia con quien la narra-, lo importante es que esa emoción parezca auténtica y que refleje un sentir que aun siendo personal llegue a los demás. Creemos  que NURIA BURGUEÑO lo logra en este emotivo poema.




¿HAS ESTADO A PUNTO DE TOCAR EL CIELO?, por NURIA BURGUEÑO de 2º B ESO

¿Has estado apunto de tocar el cielo?

No podía explicar lo que yo sentía
Era una especie de dulce sinfonía.
No podía soportar esa armonía
y que en el cielo yo una luz veía;
pero me dí cuenta de que una era más grande que las demás.
Y sentí que yo te amaba aún más,
esa estrella eran tus ojos marrones,
yo no podía soportar más presiones.

Y ahora te haré una pregunta,
¿Has estado a punto de tocar el cielo?
Yo sí, aquel veintitrés de diciembre en el que tus labios besaba,
y aún sentía que tú me amabas.
¿Has estado a punto de tocar el cielo?
Yo sí, cuando tus labios de caramelo rozaba.
La distancia se llevó todo lo que quedaba,
no hubo más amor,
pero sí una vocecita que me atormentaba,


¿Cómo poder explicar una relación acabada?
Con lo que yo tanto te amaba...
¿La distancia es la culpable?
No, eres tú, que sin duda,
no eras demasiado amable.
Yo tenía una venda en los ojos, pero...
¿Has estado a punto de tocar el cielo?
Yo sí, cuando tus labios de caramelo rozaba.
¿Has estado apunto de tocar el cielo?
Yo sí, aquel veintitrés de diciembre en el que tus labios besaba,
y afortunadamanete, sentía que aún tú me amabas.

domingo, 6 de marzo de 2011

"LAGRIMAS POR AQUEL PRADO SOBRIO": UN RELATO DE JORGE GARCÍA IZQUIERDO, DE 2º C BTO.

JORGE GARCÍA IZQUIERDO es hasta ahora -fuera del Concurso de Microrrelatos, en el que él también consiguió el 2º premio de su categoría- el único alumno de Bachillerato que ha publicado en nuestro Blog. Solo por eso ya se merecería nuestro “eterno agradecimiento”, porque pocos empeños son tan difíciles y están tan condenados al fracaso de antemano,  como el de conseguir que los alumnos de Bachillerato escriban en “Escritores de La Serna”. Jorge en su momento publicó un poema y hoy nos trae un relato de género que tiene un estilo paródico que le da un interés añadido.



"LÁGRIMAS POR AQUEL PRADO SOBRIO", por JORGE GARCÍA IZQUIERDO, de 2º C BTO:



Al salir de la ducha mi pelo húmedo manchaba de agua mis manos, me sequé en cualquier sitio, debía estar sobrio. El traje negro de los domingos estaba ya preparado y dispuesto sobre la cama de manera que las arrugas no interactuasen al menos esa tarde en ningún problema añadido, la imagen es lo primero, ¿no?

Ya vestido con el traje miré y después de ello volví a mirar que no hubiese ninguna arruga, ni ningún desperfecto. Fácilmente encontré mis calcetines y zapatos también negros, los guantes y la bufanda se resistieron más, pero sin prisas pude salir de casa tal y como tenía planeado.

Mi coche estaba preparado esperándome en aquella plaza de garaje en la que le había encasillado el día anterior. El ruido del motor rugía con fuerza y me dispuse por fin a comenzar mi ruta. Decidí poner música clásica de fondo, el evento no era el adecuado para otro tipo de música, ¿qué pensarían de mí si por un lado tuviese preparadas mis lágrimas del momento y por otro soltase mi cabeza a desmelenarse con unos acordes de lo más estruendoso? Ni la guitarra eléctrica, ni la batería, ni aquellos agudos vocales que tanto solía imitar en otras ocasiones concordaban para nada en esta.

En la autopista tan sólo estaba yo y centenares de vehículos más; sólo se oían los pitidos producto del cabreo de los atascos con gritos y algún improperio que otro soltado por bocas sin clase ni educación. ¡Malditos aquellos que hablan y dicen aquellas cosas! ¿No se dan cuenta que voy a un lugar serio? La autopista era larga y dura, un antipático asfalto nos obligaba a caminar sobre él. Es totalmente inútil pensar que vamos a llegar a tiempo si aquellos que siguen lanzando improperios continúan en la misma senda de aquellas personas quienes no lo hacemos. ¡Es bastardo el asfalto por dejarles caminar de la misma manera que yo!

El desvío que había que realizar era sencillo, sin complicaciones. Pronto vislumbré aquel edificio que antes me indicaron; era tal y como lo había imaginado. Su planta rectangular y de una sola altura iba acompañada de su lógica sobriedad y quietud que debía representar. Sin niños gritando, jugando o corriendo se asumía una tranquilidad absoluta perfecta para aquellas ocasiones. Los colores con los que estaba pintado el edificio no eran muy vivos, todo lo contrario, parecían difuntos como los que albergaba dentro, parecían cadáveres que querían que te unieses a su mundo tenebroso, te lo pedían de una forma sin igual, escandalosa y denunciable. Los grises de la fachada se aliviaban un poco con el color crema que había en las salas. Todo aquel ambiente hizo que volviese a añorar a los gritos de los niños correteando por entre las personas; todo aquel ambiente dejó de ser tranquilo, te transmitía una angustia al compararte con aquellas figuras de cera a las que dibujaban sonrisas y vestían de gala, angustia del vivo a no serlo, sobre todo angustia por esos colores deseaban tu muerte y que, por lo menos a mí, te llevaban a su terreno en una muerte del vivo o en una viveza de la muerte de lo menos entrañable.

Alrededor de allí no había grandes construcciones ni grúas desmontando a toda una señora naturaleza, aquel paraje todavía era respetado; daba la sensación de que el ideario de todo ello, sea cual sea, quería que la multitud de lágrimas que allí se arrojasen no se evaporasen por culpa del sol, para ello nació una muchedumbre de árboles que con su copa protegían del calor a la tristeza y de la evaporación al llanto. Al mismo nivel que los árboles se evaluaban los arbustos por allí repartidos; las verdes hojas de todos ellos ofrecían una armonía que no se podía romper. Estos vegetales aportaban viveza y asombro a pesar de su armonía en cuanto a la sobriedad con el edificio a aquel paisaje que todos mirábamos alguna vez por la ventana por su llamativa calma y tranquilidad ante los aparentes extasiados corazones de los que allí nos encontrábamos; transmitían más viveza que los vivos que allí casi estaban muertos y resistían al envite de aquellos muertos que todavía pretendían estar vivos. ¡Ah! Me dejo lo más importante, el resto, el prado, el césped en el que el viento soplaba sin fuerza y en el que se vigilaba atentamente el empuje de las nubes poderosas de aquellas fuerzas divinas que hacen llover, tronar o nevar.

No era precisamente un festejo lo que habían ido a ver y a presenciar las personas allí reunidas; pero el ritual siempre era el mismo, mirar al suelo poniendo cara de tristeza como si tú te estuvieses descomponiendo tanto como el cadáver, sin llorar sacar un pañuelo pasarlo por tus ojos de manera que todo el mundo ya se ha enterado de que lloras por el difunto, de que eres el más triste en una lucha sin comprensión alguna.

Llegué por fin a la sala en la que se encontraba el muerto al que yo sí lloraba de verdad tras pasar por miles de lloros, por crematorios y por pasillos inconmensurables para la paciencia humana. En las paredes tan sólo había un cuadro de una planta depositada en un jarrón; tenía colores ocres y menguantes de ánimo; la planta tenía unas flores que carecían de esencia, de alma, de espíritu, de color blanquecino tenían las pretensiones de pasar desapercibidas en concordancia con la esencia sin esencia, con el alma sin alma y con el espíritu sin espíritu de aquella tortuosa sala. Acompañando al cuadro se encontraban dos sofás azules bien acolchados, uno de dos plazas y el siguiente, separado por una pequeña mesa negra, de una. Unas cuantas sillas (no las conté) finalizaban los asientos en aquella sala.

Varias decenas de personas se agolpaban detrás de un cristal en el que se encontraba el féretro bajo una gran cruz religiosa moralista. La cruz vigilaba acechante a los presentes, pero sobre todo al difunto debía quedarse allí muerto para siempre, para el resto de los tiempos un trozo de huesos estaba condenado a desaparecer y el resto de los presentes estaban condenados a llorarle, a condenarle a aquellos cielos en los que él nunca eligió estar, a recordarle de manera tan idílica como surrealista; su muerte nos condenó a todos a encontrarnos allí ante el final de todo, ante la despedida de la vida y a la vez ante la despedida de la muerte, antesala final de la vida.

La viuda, la condesa, lloraba en una de las dos plazas del sofá grande, sus piernas necesitaban descansar. ¡Había tenido tantos invitados esa tarde! Me acerqué a ella sigilosamente intentando que no recordara demasiado para darle el tradicional pésame, ``te acompaño en el sentimiento´´ la dije. Me dio las gracias típicas también de la tradición y de la mentira; tradiciones y mentiras que no cambiarán nada: el polvo seguirá siendo polvo y el cráneo seguirá siendo solamente eso, un cráneo.

Había también algunos familiares rezando, deleitando a su fe y a su espíritu con oraciones por el alma del difunto mandándole una y otra vez al cielo. Obvié su presencia y ni siquiera me acerqué a ellos; ellos tan sólo se acercaban a ellos mismos con esas palabras, la muerte no revuelve lo ya muerto, sólo lo descompone y desfigura para siempre, sin palabras ni intenciones.

Fui obviando poco a poco a todos y cada uno de los allí presentes, en el fondo de mis sentimientos algo había que deseaba que aquella caja se abriese y me volviese a dar los recuerdos por los que allí me encontraba. Pero no, yo no. Yo no estaba ahí para hacer el papel de toda aquella gente, no creía ni en palabras ni en oraciones, sólo creía en mí mismo, pero el otro YO de mi ser se acababa de disolver en las estepas por un simple paro cardíaco; aunque el motivo es lo de menos lo que importa es el resultado. Aún así mi lado racional, que es quizás demasiado grande, veía toda esa situación reprochable a la humanidad y a todos los que han ido conformándola: soltar lágrimas pestilentes de cocodrilo por unas cuantas tierras que acabarás vendiendo por menos dinero; soltar lágrimas pestilentes de cocodrilo sin haber soltado nunca antes una delante de aquel pobre rico que ya no se podía defender; soltar lágrimas pestilentes de cocodrilo por aquello de lo que nunca se dice que se suelen soltar. Las pasiones que tantas veces había vivido con él se magnificaban allí delante de aquella viuda que por cada lágrima que soltaba más podía casarse con un joven y apuesto por su virtud de condesa, joven y apuesto que le dará todo aquello que no puede dar el dinero. Los poemas de Jorge Manrique sobrevolaban la sala con un halo de paisaje, siempre sobrio, un halo de pasión y un halo de hombre muerto.

sábado, 5 de marzo de 2011

"SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLOR": POEMAS DE ALUMNOS DE 1º C ESO: MIGUEL SALMERÓN, ALEJANDRO VIQUE, DIEGO LÓPEZ , DANIEL ALISES,ALEXANDRA BOGARCEA Y SORAYA MARTÍNEZ

Que la  poesía engendra poesía es tan cierto como que la amistad fomenta la amistad o que el amor fructifica en amor. Esta introducción tan seria viene a cuento de que los alumnos de 1º C ESO, a propuesta de su profesora Mercedes Moreno, encontraron su inspiración en el  poema titulado. "Setenta balcones y ninguna flor", del popular poeta argentino BALDOMERO FERNÁNDEZ MORENO. Los cuatro serventesios del poema claman contra la deshumanización de la gran ciudad y la fealdad urbana -a la vez ética y estética- y sus versos se cuentan entre los más conocidos por los niños de ese  gran país hispanoamericano.

Presentamos primero el poema original  y a continuación sus "hijos" poéticos, seleccionados de un conjunto más amplio, y también digno de interés, escrito en ese grupo de 1º ESO. Algunos poemas son más fieles al poema inspirador, otros menos, pero todos parecen haber captado su significado y su intención estética. Eso es mérito de los alumnos y de su profesora.






SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLOR


Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor.
¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?

La piedra desnuda de tristeza agobia,
¡Dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta bobo de ilusiones?

¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?

Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá una clave...
¡Setenta balcones y ninguna flor!



SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLOR, por MIGUEL SALMERÓN,

Setenta balcones y ninguna flor,
Todas alegres pensaban que adornarían de color,
la fachada de este humilde balcón.
¿Qué piensan las abuelitas al tejer viendo la ventana al anochecer?
¿Y qué dirá la gente que al pasar lo verán apenado sin ningún color?
Pintad de colores florales los balcones
con alguna flor y así la alegría irá a tu corazón.
Setenta balcones y por el momento ninguna flor,
solamente esperanza, ¿por qué?, por ver color.


SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLOR, por ALEJANDRO VIQUE

No hay nadie, no hay ruido, ni gente, ni luz,
Setenta balcones sin flor.
¿Vas con ganas? Sí , pero sin amor.
Cuando vas con emoción.
Los fantasmas se llevan tu corazón.
Y el diablo la flor, tu belleza.
Sales de allí, sales sin nada,
te han quitado todo,
pero por dentro sin nada,
es como si estuvieras vacío.
Como un bote de cristal, transparente, en el mar.
Setenta balcones y ninguna flor.




SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLOR, por  DIEGO LÓPEZ



En la plaza mayor,
entre los setenta balcones,

allí buscaba yo mi amor,
se desvanecían mis ilusiones,
porque no había ninguna flor.
Mi sueño era encontrarte,
y mostrarte mi corazón,
no descansaré hasta abrazarte,
y en mi profunda desesperación,
no dejaré de quererte,
aunque pierda la razón.




SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLOR, por DANIEL ALISES

¿Es que a esta gente no le gusta el fresco olor?
Flores, tulipanes, amapolas.
¿Alguien imagina algo mejor?
Este no es ambiente, no señor.
Setenta balcones y ninguna flor.
A esta gente no le puede ir peor.
¡Qué sombrío, pobre balcón!




SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLOR, por ALEXANDRA BOGARCEA

Setenta balcones hay en la siniestra casa,
Setenta balcones y ninguna flor.
Sale de allí un siniestro fantasma,
y llena los corazones de temor.
Todo el mundo calla, sin decir nada.
Y el fantasma expresa su amor,
la gente sonríe y se queda helada,
Setenta balcones y ninguna flor.





SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLOR, por SORAYA MARTÍNEZ

Setenta balcones hay en esta ciudad,
setenta balcones y ninguna flor…
A sus ciudadanos, Dios, llorando están.
¿Por qué lloran? ¿Por qué?
Los balcones negros, tristeza dan,
parece que de luto están.
Ninguna belleza hay en esta ciudad,
apagada y desnuda está.
Si no aman la naturaleza,
nada les hará felices.
Nunca se oirá el susurro de los árboles,
jamás se oirá la suave brisa…
Setenta balcones y ninguna flor.
entre los setenta balcones,
allí buscaba yo mi amor,
se desvanecían mis ilusiones,
porque no había ninguna flor.

Mi sueño era encontrarte,
y mostrarte mi corazón,
no descansaré hasta abrazarte,
y en mi profunda desesperación,
no dejaré de quererte,
aunque pierda la razón.

viernes, 4 de marzo de 2011

"LA SOMBRA DE MARCOS SE ABURRÍA": DOS RELATOS DE LUIS MIGUEL SOTILLO Y MIGUEL GARRIDO CARPIO, DE 1º A ESO

LUIS MIGUEL SOTILLO, de 1º A de ESO, ya ha aparecido en este Blog y nos encanta darle la bienvenida de nuevo. Nos trae en esta ocasión un breve relato protagonizado por un niño, Marcos,  y su sombra. Uno la única historia que recuerda de una sombra es la famosa y apasionante novela del alemán von  Chamisso titulada  "La extraña historia de Peter Schlemihl", en que el personaje del mismo nombre vende su alma al diablo. Esta historia que presentamos hoy es mucho más corta y más alegre, lo que agradecemos a su autor.

MIGUEL GARRIDO CARPIO, también de 1º A ESO, nos trae también a Marcos y a su sombra. No hay coincidencia ni plagio con respecto a la historia anterior, simplemente el profesor Juan Acebes propuso a sus alumnos que continuasen un cuento que empezaba así: "La sombra de Marcos se aburría.". Estos dos relatos son los seleccionados en la clase, sin desmerecer a otros que seguro que reunían méritos.





 "LA SOMBRA DE MARCOS", por LUIS MIGUEL SOTILLO, de 1º A ESO

La sombra de Marcos se aburría. No quería seguir pegada a su dueño, así que, un día de verano, rompió todos los lazos que le unían a él y salió a explorar el mundo que le rodeaba, más allá de la vida del niño de cinco años que era su dueño.
Marcos no echó en falta a su sombra, pues era algo efímero y sin importancia. La sombra caminaba solitaria por las calles mirando las cosas que le llamaban la atención y observaba con pena a las demás que estaban encadenadas a sus dueños y destinadas a compartir toda su vida con sus dueños. Todas las sombras la miraban con envidia y tristeza, dándose cuenta de que ellas jamás serían libres, pues ella era la única que había logrado la libertad. La sombra analizaba cuidadosamente la ciudad, pues era un lugar totalmente nuevo para ella, le parecía un lugar enorme y bastante raro, veía a  toda esa gente que tenía tantas preocupaciones, ya que ella jamás tendría preocupación alguna, en la larga vida. Observaba la prisa con que se movía la gente, pues ella no tendría que preocuparse del tiempo, porque tenía todo el tiempo del mundo para observar y analizar la vida que había a su alrededor.
Pasaron tres años y la sombra descubría cada vez más la cara oculta de la vida, y se daba cuenta de que no toda su vida iba a ser como ella pensaba; estaba condenada a la eternidad, una eternidad viendo cómo se iba apagando la vida de su alrededor y la gente que había conocido y querido iba desapareciendo ante sus ojos. La sombra empezó a notar un gran vacío en su interior. Todas las noches se preguntaba sobre el estado de su antiguo dueño. Echaba de menos la vida de su dueño, ver el mundo a través de un niño que ya tendría ocho años, que no tenía preocupación alguna y que no conocía ni la cuarta parte de la vida real.
La sombra buscó desesperadamente a su dueño, deseando volver a atarse a él y no soltarse jamás, pues había descubierto que el mundo era un lugar frío y despiadado.
La sombra encontró al fin a su dueño, intentó llorar de la alegría, pero no había vida en su cuerpo. Se unió a su dueño y no se soltó de él hasta años después, cuando su dueño fue enterrado y ella con él.




"LA SOMBRA DE MARCOS", por MIGUEL GARRIDO CARPIO, de 1º A ESO

La sombra de Marcos se aburría. No quería seguir pegada a su dueño, así que un día en el que Marcos se estaba echando una siesta, su sombra se fue.
 Cuando se despertó y se dio cuenta de que su sombra no estaba, se puso a buscar por todos lados: su habitación, el comedor, la cocina, etc. Pero no estaba, se había ido de la casa.
Estuvo buscando una semana entera por toda Fuenlabrada, preguntó al señor Márquez, a sus amigos, a todas las personas de los sitios donde creía que se podía haber ido. Desde entonces no estuvo feliz, y cada vez que llegaba a casa, su mujer le decía:
-Descansa, que seguro que mañana está otra vez contigo.
Pero al día siguiente seguía sin estar con Marcos. Buscaron en Leganés, en Móstoles, en Vallecas, pero nadie la había visto, y cada día que pasaba Marcos se desesperaba más y tenía menos esperanza de encontrarla.
Un mes después, un señor, por la mañana, le llamó desde Villaviciosa de Odón y le dijo que había visto una sombra. Se dirigieron hacia allí sin perder el tiempo, fueron donde el señor les indicó. La buscaron por los alrededores, pero cuando ya era de noche y se iban a ir, la encontraron detrás de un cubo de basura, temblaba y tenía miedo. Marcos le dijo:
-Te he echado mucho de menos, ¿por qué te fuiste? Hemos estado muy preocupados por ti.
- Me aburría contigo –dijo la sombra-, pero a la semana de irme comprendí que no debería haberme ido. Tenía frío, miedo y no tenía un lugar donde descansar.
Así que Marcos, ya con su sombra, y su mujer, se fueron a casa muy cansados, pero alegres.

viernes, 11 de febrero de 2011

"EL TIEMPO PERDIDO", UN RELATO DE CRISTINA ZAZO, DE 3º B ESO

CRISTINA ZAZO  se nos  descubrió como escritora casi desde que este Blog empezó a dar sus primeros pasos y desde entonces ha seguido visitándonos a menudo con sus relatos protagoniizados por jóvenes que tienen el coraje y la determinación de ser lo que quieren ser, pese a las dificultades que se les prentan en el camino. En esta historia, Carolina despierta de su dramática pesadilla y recobra la ilusión de vivir y de bailar, y con ella el tiempo perdido.



  "EL TIEMPO PERDIDO",  por CRISTINA ZAZO

Era ya bien entrada la noche. Carolina sufría, tendida en su cama, otra de esas horribles pesadillas que la hacían gritar, provocaban que frías perlas de sudor brotaran de su frente y hacían que diera tales sacudidas en el colchón que su padre se veía cada noche obligado a despertar a la muchacha de sus horribles sueños.

Habían pasado ya cuatro largos años. Ella era una niña entonces, de tan solo diez años de edad, que pasaba la noche con su madre en su casa en un pueblecillo a las afueras de Toledo. Su padre estaba, como de costumbre, en uno de esos viajes de negocios. Era una niña alegre, la gustaba cantar, tenía sus amigos, una niña perfectamente normal. Pero si algo la gustaba era bailar. Muchas veces su madre, Anna, lo calificaba como una obsesión. Aquella noche Carolina estaba en el sofá, sentada con su madre, cuando de repente sonó un ruido en el exterior. ¿O tal vez en el interior? Anna se levantó y fue a mirar quién o qué era, seguida por Carolina.

Pero lo que vieron las dejó completamente aterradas. La puerta estaba abierta de par en par, y varios hombres con la cara minuciosamente cubierta se encontraba en la entrada. Contemplaban a madre e hija, sus ojos saltaban alternativamente de la una a la otra, y el miedo de ambas parecía divertir bastante a los extraños. Amenazando a las dos con matarlas si chillaban, las ataron y amordazaron y comenzaron a romper cosas. No contentos con aterrorizar y humillar a ambas, uno de ellos agarro a Anna y la sacó a rastras de la habitación en que las tenían. Carolina oía los gritos de su madre con impotencia, con los ojos fuertemente cerrados y los puños apretados en su espalda. Los gritos de su madre cesaron y los desconocidos se fueron, dejando a Carolina sola y atada, y llevándose a Anna con ellos.

Todos dieron a Anna por muerta, pero su hija tenía algo en su interior que se negaba a creerlo. Aún así, Carolina dejó de bailar, le faltaban las ganas y las fuerzas que le daba su madre cada día. Ella vio un tatuaje en el brazo de uno de ellos, concretamente el que agarró a su madre. El tatuaje era una imagen tan cruel que le fue imposible olvidarla. En la imagen se veía a un hombre agarrando a una mujer del pelo, mientras de los ojos de ella brotaban lágrimas de sangre. Temía que su madre fuera deshonrada de aquella manera.

El mismo día en el que la joven cumplió catorce años se hizo una promesa a sí misma: No llegaría a cumplir los quince sin una noticia más de su madre. Fue al armario donde permanecía la ropa intacta de la mujer, que aún conservaba su olor. Cogió una camiseta ancha que Anna solía usar como pijama y se la puso con cuidado, recordando en cada movimiento que hacía con la camiseta puesta a su madre. Y una lágrima brotó de sus ojos, haciendo un camino brillante a su paso por la cara del color de la arena, rozando suavemente sus pómulos fríos e impregnándose en uno de sus mechones dorados. Se recostó pensando en ella en su cama, o más bien, pensando como ella, y se quedó dormida aferrada a la prenda que tantos recuerdos le traía.

Abrió los ojos en un sitio oscuro, tumbada en un viejo colchón. Olía a humedad, y por ningún sitio entraba la luz. El ruido de unos pasos aproximandose alarmó a Carolina, que se incorporó rapidamente cubriendose el cuerpo con una camiseta, que no era con la que se había dormido. Un hombre abrió la puerta y encendió la luz, y Carolina reconoció en su enorme brazo el tatuaje que había visto cuatro años atrás. Habló con una voz seca y ronca, obligándola a ponerse en pie. Según decía, tenía que subir a hacer las tareas de la casa, pero sin salir a la calle ni tocar el teléfono, que ya conocía las reglas y los castigos. La muchacha no entendía nada, pero siguió al hombre en silencio. Quiso preguntarle donde estaba, pero no salían sonidos de su boca. Por lo contrario, preguntó por donde debía empezar. Pero ni ella había pensado hacer esa pregunta, ni esa era su voz. Por el contrario la voz que daba vida a sus palabras era la de su madre. Su cuerpo no la obedecía. Era como si viera una película en tres dimensiones y las pantallas fueran los ojos de otra persona.

Fue al baño para empezar a limpiar y reconoció en el reflejo a Anna, un tanto desmejorada físicamente. Estaba delgada y pálida, y tenía unas enormes ojeras que le surcaban el rostro. Cuando la mujer terminó le pidió a aquel horrible hombre que la dejara mirar por la ventana, que llevaba semanas sin ver la luz del sol. Él asintió y ella se aproximó a los ventanales de la enorme casa. En la pared de enfrente se leía en un letrero: "La Arboleda". Entonces la voz del hombre sonó, tan ronca como antes, obligando a Anna a volver al trabajo. Carolina se despertó sobresaltada en su cama, y con el recuerdo de su sueño se levantó y encendió el ordenador. Comenzó a buscar información sobre un barrio que se llamara "La Arboleda", pues algo en ese sueño le resultaba muy real.

Encontró el barrio, que resultó estar en el este de Madrid, por lo que le pidió a su padre que fueran allí inmediatamente. Su padre, alarmado por si su hija había perdido completamente la cabeza, cogió algunas cosas y las metió en el coche con rumbo a quel lugar, siguiendo la dirección que su hija le había proporcionado. Carolina se llevó la camiseta de su madre puesta con unos pantalones vaqueros algo viejos. Después de un largo viaje, su padre paró el coche y anunció que ya habían llegado. Bajó del coche con su hija, que salió disparada hacia una casa enorme. Después de llamar repetidas veces a la puerta sin obtener respuesta alguna, se volvió cabizbaja hacia su padre para encontrar algún consuelo. Todas sus esperanzas habían sido nulas. Cuando otra de sus lágrimas se abría paso en sus brillantes ojos, lo vio. Vio a aquel hombre venir a lo lejos de la calle con su enorme cuerpo y su amenazante mirada clavada en ella y en su padre. Carolina, al verle, se apresuró a llamar más y más fuerte a la puerta, aporreandola de manera exagerada.

La puerta se abrió poco a poco y detrás de ella apareció el rostro asustado de una mujer pálida y muy delgada de mirada triste. Los ojos de la mujer brillaron, al igual que los de la joven y también los del hombre que las acompañaba. Anna, abriendo la puerta del todo, se abalanzó contra su hija con fuerza. La abrazaba reteniendola contra ella de una forma que no las pudieran separar. Lloraban, esperando que no fuera un sueño como tantas otras veces. El hombre se unió al abrazo, mirando emocionado a su esposa. Aun estando despeinada, pálida como el mármol y prácticamente en los huesos, era una mujer hermosa. Salieron corriendo los tres al coche, alcanzando a cerrar las puertas al tiempo justo para que el hombre que había presenciado el reencuentro no les alcanzara. Y por suerte no lo volvieron a ver, puesto que cambiaron de casa.

Carolina volvió a bailar como nunca, ganaba cada concurso al que se presentaba, siendo siempre animada desde la primera fila de las gradas por su madre. Cuando sus contrincantes la veían, con tan solo contemplar un momento sus gráciles movimientos al andar, ya sabían que había pocas posibilidades de ganarla. La muchacha comprendió lo fuerte que era el vínculo que la unía con su madre. Y su familia consiguió, por fin, recuperar el tiempo perdido.

miércoles, 9 de febrero de 2011

"UNA VIDA. UNA PASIÓN": UN RELATO DE ISABEL GONZALO, DE 3º B ESO

Está claro que a ISABEL GONZALO le gusta escribir. Está claro también que sabe cómo hacerlo. En este blog ya hemos tenido más pruebas de ello. El protagonista de este relato es un pintor, pero la pintura es para él algo más que un pasatiempo, algo más que una forma de ganarse la vida, algo má, incluso,s que un arte:  una forma de vivir, una pasión. De que escribir es también una pasión para ella  nos da muestras  fehacientes ISABEL GONZALO.



"UNA VIDA. UNA PASIÓN." por ISABEL GONZÁLO

Al fin había llegado a lo alto de esa pequeña montaña que se veía desde el albergue en el que me hospedaba.Nunca habría imaginado que tan bello paisaje se encontraría cerca de mí.

Siempre iba con mi trabajo encima. Aunque más que mi trabajo… lo calificaríamos más como… mi pasión.

Mi pasión por el arte de la pintura.

Desde pequeño me ha gustado pintar, y ahora ya a mi edad soy un excelente pintor reconocido en toda España. Mis obras de arte, no habían gustado por si estaban bien o mal pintados. Habían gustado por todo lo que transmitían.

El dolor en los paisajes desolados, alegría en las pinturas más coloridas. Pero sobre todo. Lo que más gustaba, era que parecía como si estuvieras viendo el lugar que había pintado. Todo tan realista… que parecía un cuento. Tan maravilloso como nunca habías imaginado.

Me gustaba transmitir todo lo que yo sentía al ver los paisajes a mis observadores. Quería que lo vivieran. Que sintieran todo lo que la naturaleza nos transmitía. Que no se perdieran nada.

Tras admirar el paisaje y sentir todo la paz que parecía transmitir un lugar tan precioso, decidí bajar hasta una llanura que había cerca.

En seguida un olor a flores silvestres llamó mi atención. Flores de todos los colores. Tan parecidas y a la vez tan distintas.

El sonido de los pájaros sobrevolándome. Cada animal siguiendo el río de su propia vida en el bosque próximo a mí.

Necesitaba hacerle llegar a todos aquellos que no podían contemplar tan maravilloso lugar toda la calma que me llegaba con solo aspirar una bocanada de aire.

Preparé hasta en el más mínimo detalle los colores que necesitaría. Todo tenía que estar perfecto. Cada color en sintonía con otro. Todo tal cual lo estaba admirando yo ahora.

Ya al estar todo listo. Me senté justo detrás del espacio florido, y respiré profundamente para ser uno con la naturaleza. Para fundirme con ella. Me grabé en la cabeza cada imagen, cada sonido, cada olor…

Todo era importante al pintar.

Me gustaba enseñar en mis obras, sobretodo a los más pequeños, que las cosas importantes no tienen porque ser algo que tus padres te compren por capricho, sino que te las puedes encontrar en cualquier lugar.

Solo tienes que aprender a mirar por ti mismo. A sentir lo que los demás o las cosas te muestren, y saber interpretarlo. Al igual que yo lo interpreto en pintura. Todo aquello, que yo había aprendido primero, quería enseñárselo a los demás.

Cuando ya estaba todo listo. Empecé a pintar.

Primero el fondo, el que en esta ocasión iban a ser unas montañas nevadas al atardecer. En ellas se podía apreciar el color grisáceo desde la falda de la montaña hasta un poco más arriba de una llanura que se podía observar desde mi lugar.

Cuando termine, les añadí a los picos el tono blanquecino de la nieve en esta época del año y a esta hora.

Aunque mucha gente pensara que la nieve siempre era igual. Se equivocaba. Depende de la época del año y de la hora del día, se puede ver que la nieve es más oscura según cae la noche, o más brillante según sale el sol.

Hasta el más mínimo detalle es importante a la hora de pintar.

Ya terminando de dar las últimas pinceladas a las montañas, me puse a estudiar el pequeño bosque cerca del lago que se encontraba justo en el centro de toda la naturaleza.

En él bosque, podía distinguir los pinos, los abetos, los robles y los frutales. Todos en armonía entre ellos.

También podía distinguir algún que otro ciervo que se dejaba ver entre los árboles. O las ardillas y pequeños búhos que ya se dejaban ver al estar cayendo la noche. Dibujé cada uno de ellos. Todos serían parte de mi obra, al igual que yo era parte de ellos al ser uno con la naturaleza al pintarlos.

Cada tronco, cada copa, cada flor, cada color. Todo, pero absolutamente todo. Representaba algo importante para ese bosque. Y, para mí, si es parte del bosque cada detalle, también tenía que ser parte de cada persona que lo contemplara.

Si le quitara los detalles, por lo más mínimo que sea, el bosque perdería su belleza, su paz, su armonía… El bosque… ya sería como cualquier otro.

Cuando terminé de pintar un pequeño búho que comenzaba el vuelo en el instante que le vi, repase que todos los detalles estuvieran bien, y pasé a lo siguiente que tenía que pintar. El lago.

Un precioso lago con el reflejo del atardecer. Una imagen que cualquiera que supiera apreciarla le gustaría poder ver. Alrededor del lago había variedades de hierbas y de flores, así que no me podía dejar nada fuera y antes de empezar con el lago y sus detalles empecé primero por su alrededor. Había rosas, violetas, amapolas, tulipanes… Muchas clases de flores. Todas brillantes y resplandecientes.

También había malas hierbas, que también tenían su toque de belleza. Hierbas medicinales, muy útiles y a la vez muy frágiles. Y las hierbas de toda la vida, las normales. No sirven de mucho junto con las malas hierbas, pero… forman parte de la naturaleza y de su curso durante la vida. Así que son igual de importantes como cualquier otra.

Y ya me puse con el lago. Hasta las pequeñas olas que se formaban por el soplo del suave viento era importante para darle vida en un cuadro. Cada brillo por la apuesta de sol era importante. Cada onda que salía al moverse un ser vivo acuático muy cerca de la superficie.

Todo servía para vivirlo. Ya a la derecha de este lago, y la derecha ya de mi cuadro se encontraba una bonita casa de madera.

Por la chimenea salía humo, lo que me decía que ahí vivía gente. Cada color de la fachada era precioso y único. Se veía las ventanas abiertas, y las cortinas violetas clarito ondeando al son del suave viento. Cada baldosa que llevaba a la puerta cubierta de musgo era bonita en este entorno.

Las personas que viven ahí ya estaban acostumbrados a la naturaleza. Había una persona tumbada en un banquito a las afueras de la casa. Contemplando las nubes cada vez más oscuras mientras se acercaba la hora de que cayera la noche. Tenía una espiga de trigo en su boca, seguramente del trigal que tenía cerca de su casa, y tenía los ojos entornados.

Lo miraba mientras leopintaba. Cada facción de su cara. Cada textura de su ropa. Cada detalle. Todo perfecto, para muchos, en un simple cuadro.

La noche caía cada vez más rápido.Los animales de la noche ya estaban fuera. Y nuevos olores y sonidos llenaban el aire. Se podría describir, como un mundo nuevo.

Ya sólo me faltaba el cielo con el atardecer de fondo y las nubes oscurecidas más cerca. Y las flores donde estaba sentado mientras pintaba en el suelo de la llanura desde donde contemplaba todo el paisaje. Las flores iban desde las más exóticas a las más comunes. Todas juntas formaban una extraña combinación, que a la vez le daban a la llanura un toque mágico. Un toque… especial.

Estaba terminando de dar los últimos retoques, cuando la luna empezó a hacer su aparición en el cielo.
Era tan bonita reflejada en el lago junto con miles de estrellas que eran el reflejo de nuestros sueños. Todas y cada una de ellas, especial para alguien. Esencial.

Era una noche perfecta para el paisaje.

Las montañas al fondo ya no se veían casi. El lago, gracias a la tenue luz de la luna, reflejaba todo lo que había tanto a su alrededor como por encima. Y los animales ya hacían acto de presencia en los bosques y entre las flores.

Me tumbé en el pasto a contemplar las estrellas, y vi una estrella fugaz a la cual pedí un deseo. Un único deseo, pero a la vez tan importante…

Un deseo. Un sueño. Una vida. Una pasión…

miércoles, 2 de febrero de 2011

FRACASO DE LA REUNIÓN INFORMATIVA SOBRE LOS CONCURSOS EN MARCHA




Quizá penséis que el título de esta entrada es catastrofista o incluso apocalíptico, pero, ¿cómo denominar a la reunión informativa convocada para hoy miércoles, a la hora del recreo, a la que solo han acudido...2 personas? Sí,  habéis leído bien: 2 personas. Nuestro Salón de Actos es más bien pequeño, pero las sillas vacías  lo hacía parecer más grande que las gradas del "Santiago Bernabeu".

Sí, somos muy exagerados, pero también somos optimistas; no  por naturaleza, sino por razones terapéuticas: es más sano ser optimista y más reconfortante ver el vaso medio lleno que verlo medio vacío, lo que significa que todavía podemos participar, aunque no hayamos asistido a la reunión.. Como diría un buen amigo nuestro: Como diría un buen amigo nuestro: "Yes, we can."

Pero seamos prácticos. No vamos a convocar otra reunión porque un nuevo fracaso mandaría nuestro optimismo terapéutico a la UCI, pero queremos mandar un mensaje inequívoco, en plan ultimátum,  a los estudiantes de La Serna que estén interesados en participar en el Concurso de Relato Breve "Miguel Delibes": deben enviar sus originales -tal y como establecen las bases de la convocatoria, que pueden consultarse en el blog "LENGUA Y LITERATURA" (entrada del 20-1-2011)- antes de las 12 horas del sábado 5 de febrero a  la siguiente dirección de correo: lengua.laserna@gmail.com, porque la fecha límite para enviar los relatos seleccionados, 2 como máximo, es la del 8 de febrero.

Desde hoy hasta el sábado podéis, eso sí, hacernos llegar vuestras dudas en clase, en los patios, en los pasillos, en las escaleras..., por facilidades que no quede.


En cuanto al Concurso de Oratoria "Miguel de Cervantes", para estudiantes de 1º de Bachillerato, disponemos de más tiempo, pero no demasiado, teniendo en cuenta que hay que enviar la solicitud de participación antes del día 21 de febrero. Para que eso sea posible, necesitamos conocer el nombre de los interesados antes del miércoles 16 de febrero. Después, en caso de que haya alguien, pondremos en marcha la maquinaría de participación.

En fin, los profesores estamos dispuestos a echar a todo el mundo una mano...pero tenéis que ponérnoslo un poco más fácil para poder seguir siendo optimistas.

ESTA ENTRADA SE PUBLICA SIMULTÁNEAMENTE EN EL BLOG "LENGUA Y LITERATURA".

lunes, 31 de enero de 2011

LOS PREMIADOS EN EL CONCURSO DE MICRORRELATOS RECIBIERON SUS PREMIOS Y SUS DIPLOMAS

Foto de la entrega de premios (haced click sobre ella para ampliarla)

Como seguramente sabéis, el pasado miércoles, día 26 de enero, tuvo lugar en el Salón de Actos la entrega de los premios y diplomas del PRIMER CONCURSO DE MICRORRELATOS  DEL IES "LA SERNA".

Con la asistencia de la directora del IES "LA SERNA" y de la mayoría de los profesores del Dpto. de Lengua y Literatura, los alumnos premiados pasaron por la tribuna  para recoger sus galardones. La sorpresa positiva la recibieron los ganadores de los terceros premios en las tres categorías convocadas, que vieron incrementada la cuantía de los mismos  en un 50 por ciento, ya que pasó de 10 a 15 euros. A nadie le amarga un dulce...ni cinco euros de más. Parecería que nos sobra el dinero, pero desgraciadamente no es así.

Aunque la lista de premiados en el PRIMER CONCURSO DE MICRORRELATOS  DEL IES "LA SERNA" ya se ha publicado en otra entrada de este Blog junto con los microrrelatos, nos parece oportuno incluirla aqui:

CATEGORÍA : BACHILLERATO

PRIMER PREMIO : BEATRIZ MACHUCA REJAS, 2º C BTO.

SEGUNDO PREMIO: JORGE GARCÍA IZQUIERDO, 2º C BTO.

TERCER PREMIO: SONIA RODRÍGUEZ BARBERO, 2º C BTO.

CATEGORÍA: 3º/4º ESO

PRIMER PREMIO: PAULA HERRERO CARRETAS, 4º A ESO.

SEGUNDO PREMIO: JUAN PEDRO GARCÍA DE LA TORRE, 4º A ESO.

TERCER PREMIO: SANDRA PEREA MARTÍNEZ, 4º B ESO.

CATEGORÍA: 1º/2º ESO

PRIMER PREMIO: IRENE HERRERO CARRETAS, 2º B/C ESO.

SEGUNDO PREMIO: LORENA MONTESINO REDONDO, 2º E ESO.

TERCER PREMIO: ANDREA NÚÑEZ DE ARENAS CRESPO, 1º E ESO.

Los premios consistían en Tarjetas-regalo de la FNAC de 30, 20 y 15 euros para los primeros, segundos y terceros, respectivamente.

Nuestra más cordial enhorabuena para todos los premiados y nuestro agradecimiento por su participación a ellos y al resto de los concursantes.

domingo, 30 de enero de 2011

REUNIÓN INFORMATIVA SOBRE LOS CONCURSOS CONVOCADOS POR LA COMUNIDAD DE MADRID

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Si tienes interés en participar en cualquiera de los siguientes CONCURSOS, acude el próximo miércoles, día 2 de febrero, en el tiempo del recreo, a una REUNIÓN INFORMATIVA:




CONCURSO DE RELATO BREVE "MIGUEL DELIBES"  PARA ALUMNOS DE ESO Y BTO.


CONCURSO DE ORATORIA "MIGUEL DE CERVANTES"  PARA ALUMNOS DE 1º DE  BTO.

En esta reunión se aclararán dudas sobre ambos concursos y se proporcionarán orientaciones útiles a todos los interesados.

miércoles, 26 de enero de 2011

CUENTA ATRÁS: CUARTA PARTE DEL RELATO DE MARTA HERNÁNDEZ HIDALGO, DE 4º A ESO

Si no hay dos sin tres, no hay tres sin cuatro... El boli de MARTA HERNÁNDEZ HIDALGO ha trabajado todavía más ágilmente de lo que acostumbra y antes de que empezáramos a impacientarnos y a reclamarle insistentemente la cuarta parte de su historia, aquí nos la entrega fresca y trepidante. Con Brenda, Lucie y George recorremos febrilmente los túneles para escapar de la cuenta atrás mortal que nos amenaza. Lo has vuelto a conseguir, Marta, y van ya cuatro.



CUENTA ATRÁS, por MARTA HERNÁNDEZ HIDALGO

-Brenda… ¿qué ha pasado? -dijo Lucie entre sollozos.
No contesté, estaba demasiado concentrada en forzar la cerradura con una horquilla del pelo. George daba vueltas por la habitación, colocándose su gorro cada dos por tres. El sonido de sus pasos nerviosos vagaba por toda la habitación, haciendo la situación más desesperante de lo que ya era. Con la punta de la horquilla, encontré el punto exacto donde tenía que empujar para forzar la cerradura.
-Vamos, vamos…
Lucie se levantó y se colocó detrás de mí, observando como intentaba forzar la cerradura. Empujé un poco la horquilla. Podía notar como la cerradura estaba comenzando a ceder lentamente. Sólo le quedaba un último empujón cuando la horquilla se rompió, dejando la cerradura más inaccesible todavía.
-Oh, mierda… -murmuré.
Los nervios estaban comenzando a apoderarse de mí. Sólo llevaba cinco minutos escasos encerrada en aquella habitación y ya estaba empezando a pensar en modos descabellados de escaparme de allí. Mi mano, inconscientemente, se dirigió al bolsillo interior de mi abrigo. Tal vez si…
-Brenda, escucha…
Lucie colocó una de sus manos en mi hombro, como si supiese que se me acababa de ocurrir una locura. Pero, a pesar de que era una locura, no había otra manera de evitar que la bomba que había puesto Brian fuese la que acabase conmigo. Cogí la pistola y, con manos temblorosas, quité el seguro. George se abalanzó sobre mí, alarmado por el sonido del arma. Lucie, tapándose la boca, gritó:
-¡Brenda!
-Apartaos -dije.
-No voy a dejar que cometas ninguna locura -dijo George.
-¡Que te apartes! -grité, apuntándole con el arma.
George levantó las manos y, cautelosamente, se apartó. Le hizo un gesto a Lucie para que se colocase detrás de él. Me di la vuelta y, lentamente, posé el dedo sobre el gatillo. Apunté… Disparé. El ruido que produjo el arma envolvió la habitación, cubriendo por completo el grito de Lucie. Comprobé que, efectivamente, había conseguido abrir la puerta reventando la cerradura.
-Vamos -les apremié.
Ellos se miraron con una mezcla de felicidad y confusión, cómo si un milagro acabase de ocurrir en aquella habitación. Acto seguido, se abrazaron, llorando de felicidad. Eran más empalagosos…
-¡Venga! ¡Tenéis una bomba detrás de vosotros! -les dije.
Comencé a correr por los túneles del tren, buscando desesperadamente nuestra salvación. Detrás de mí, podía oír la entrecortada respiración de mi hermana acompañada de la de George, que era mucho más fuerte. Sentía la fatiga sobre mi cuerpo, notaba como poco a poco la velocidad de mis pasos se iba reduciendo, pero no podía permitirme parar ya que quedaba poco para que la bomba explotase.
-¡LUZ! -gritó Lucie, emocionada.
Dicho esto, gracias al pequeño despiste que tuvo al ver la luz, tropezó y cayó sobre las vías. Paré bruscamente y, al mirar, vi su brazo derecho ensangrentado. Se apoyó con el brazo bueno en George para levantarse, pero una de sus piernas también había sufrido daño y volvió a caer al suelo.
-¿Puedes llevarla en brazos? -le dije a George.
Éste asintió, cogiéndola como si de su noche de bodas se tratase. Lucie apoyó su brazo herido en la tripa, manchándose toda la ropa de sangre.
-No te preocupes -dije, acariciándola-. Ya queda poco, muy poco…
Ella asintió, derramando algunas lágrimas. Continuamos, a menor ritmo, por el túnel. En un par de minutos, nos encontrábamos en el andén de la estación. Miré mi reloj, a penas quedaban cinco minutos para la explosión. Nos apresuramos subiendo las escaleras de la estación. Al llegar a la salida y levantar la vista al cielo, vi millones de fuegos artificiales inundar el cielo. La gente disfrutaba de la fiesta, bailando y cantando como locos.
-¡Eh! ¡Vosotros!
Me giré rápidamente y, tirado en el suelo, vi al chaval de la banda de Brian, al jovencito. Me agaché y, violentamente, apoyé el cañón de la pistola en su sien. Nadie en la plaza lo advirtió, ya que estaban demasiado entretenidos en emborracharse y continuar con la fiesta.
-¡No dispares! Estamos en el mismo barco, lo juro -sollozó.
Lentamente, cogió su navaja azul y me la dio. Acto seguido, se tapó los ojos y lloró, pronunciando palabras de las que no llegué a comprender mayoría.
-Yo… ellos abandona… abandonaron… ¡Ah! Me lla… llamo Andrés… ayuda…
Miré de nuevo mi reloj y me di cuenta de que debíamos apartarnos de la entrada de la estación inmediatamente. Cogí la navaja del chaval y la guardé junto a mi pistola. Le ayudé a levantarse y, rápidamente, con George y mi hermana detrás de nosotros, nos apartamos de la estación. Cuando nos encontrábamos a diez metros escasos de la entrada, la bomba estalló.
La gente, horrorizada, cambió sus gritos de alegría por los de miedo y comenzó a correr hacia las salidas de la plaza, para ponerse a salvo. El fuego que había en la estación, estaba comenzando a expandirse. Había mucha gente herida y algunos ya habían sucumbido a las llamas. Andrés me agarró con fuerza y me señaló una de las salidas de la plaza.
Al llegar allí, un chico corrió hacia nosotros.
-Es mi hermano Héctor -nos explicó Andrés.
-¿Necesitáis ayuda? -nos preguntó.
-Un hospital -contestó George torpemente.
Héctor miró a mi hermana horrorizado y nos hizo señas para que le siguiésemos. Nos condujo hacia una gran furgoneta morada y dijo:
-Os llevaré a un hospital.
George entró en la furgoneta sin soltar a Lucie, la cual gemía a causa del dolor. Andrés entró tras ellos. Yo me acerqué a Héctor y dije:
-Gracias.
Éste me sonrió y me indicó que me sentase a su lado. A pesar de que acabábamos de huir de una pesadilla, tenía la sensación de que acabábamos de meternos en otra aún peor. Y en esta nueva pesadilla… me sentía muy sola.

UN POEMA DE JORGE GARCÍA IZQUIERDO, DE 2º C DE BACHILLERATO

"Nunca es tarde, si la dicha es buena", dice nuestro refrán y en este caso se hace realidad y literatura. JORGE GARCÍA IZQUIERDO, de 2º C de Bto. nos traslada al mar en unos versos evocadores y nostálgicos; o mejor: nos trae a este blog la mágica experiencia de los días de verano. En un invierno tan frío como el que estamos sufriendo no le viene nada mal algo de calor, humano y poético,  a nuestros huesos.

Saludamos además este poema por ser el primero que nos escribe un alumno de Bachillerato. Lo dicho: "Nunca es es tarde si la dicha es buena." Doble dicha.



NOSTALGIA MARINERA, por JORGE GARCÍA IZQUIERDO



Huellas en tierra mojada,

risibles sonrisas de playa.

Isla profunda de sal,

aguados castillos de mar.

 

Manos mojadas de espuma.

Desde lejos,

brillante azul cielo,

tranquilo, sereno .

Desde cerca,

brisa marinera en la cara,

de feliz sonrisa.

 

Marineros a bordo navegan,

niños y niñas recrean,

barcos de vela en agua,

sale ya el sol del alba.


Playas finas de mar,

arena fina de playa.

Pies manchados de agua,

pies mojados de tierra.

FRAUDE DE LA EDITORIAL "JÓVENES ESCRITORES"



¡Qué triste y qué vergonzoso! Algunos escritores de La Serna recordaréis sin duda que el pasado mes de diciembre partipasteis en un Concurso de Poesía organizado por la Editorial "Jóvenes escritores". Además de obtener los premios ofrecidos se abría la posibilidad de publicar los poemas premiados en un libro. Como premio de consolación se prometía la entrega de un marcapáginas conmemorativo a todos los participantes. Todo normal.

Recibimos muchos poemas de nuestros alumnos y los enviamos a un apartado postal de Málaga dos días antes de la fecha de expiración del Concurso. También podían enviarse por correo electrónico, pero nosotros optamos por la alternativa tradicional: sobre y sellos. Todo normal.

El primer indicio de anormalidad lo recibimos a la vuelta de la vacaciones de Navidad cuando el sobre nos fue devuelto por Correos con la indicación "Desconocido". Algunos alumnos nos preguntaban por sus marcapáginas y a nosotros se nos ponía cara de tonto o de más tonto al contestar que nos habian devuelto el sobre con los poemas enviados, sin marcapasos y sin otra explicación. Pero no sospechábamos ningún timo, pensábamos simplemente que era el típico error de Correos. Todo normal.

Ahora descubrimos que la Editorial "Jóvenes escritores" era un timo, un fraude, una estafa, un pelotazo, una más de esas empresas fantasmas que se crean en España para  robar a la gente. En este caso los damnificados no han sido ancianitas o jubilados o amas de casa o extranjeros -colectivos que tienen la desgracia de ser las víctimas propiciatorias habituales- sino cientos de jóvenes escritores que no sospechaban que algunos adultos sinvergüenzas utilizaran el cebo de la poesía para engañarlos. Creíamos que "Jovenes escritores" era una editorial seria, como la inmensa mayoría, y resulta que era un chiringuito playero donde en vez de servir "pescaíto frito" pescaban estudiantes y profesores despistados. Seguramente por eso lo habían montado en Málaga, a la orillita del mar. Todo normal.

Afortunadamente a nosotros solo nos han robado, además de la ilusión, el importe de unos pocos sellos de correos. A otros jóvenes en toda España les han robado el dinero entregado -13 euros por ejemplar- para la supuesta publicación de unos libros que nunca se editaron y que nunca se van a publicar. La Guardia Civil estima lo defraudado en más de 150.000 euros. Los responsables del fraude se los estarán gastando en este momento a nuestro salud. Si los pillan -que a lo peor no lo hacen nunca - que les "quiten lo bailao". Todo normal.

La verdad es que la historia de este fraude tiene su interés literario. Sería una forma de justicia poética que alguien utilizase estos hechos para escribir un relato. Os animamos a ello. Sería un acierto que al menos en la ficción los responsables de esta escandalosa estafa terminasen en la cárcel. Todo normal.

Queremos compensar a los escritores que nos entregaron sus poemas con la confianza de que llegaran a buenas manos. Para ello vamos a elaborar unos marcapáginas, sin duda mejores que los que iban a recibir por su participación en el concurso fraudulento. Solo os pedimos algo de tiempo. Gracias por vuestra comprensión. Todo normal.

viernes, 21 de enero de 2011

ENTREGA DE LOS PREMIOS Y DIPLOMAS DEL CONCURSO DE MICRORRELATOS



DÍA 26 DE ENERO, MIÉRCOLES.                                HORA: 11:15 (RECREO)

LUGAR: SALÓN DE ACTOS

A la entrega de premios y diplomas pueden acudir cuantas personas lo deseen, sin otra limitación que la capacidad del Salón de Actos.

lunes, 17 de enero de 2011

PREMIOS DEL PRIMER CONCURSO DE MICRORRELATOS DEL IES "LA SERNA"

Si abres la Revista ISSUU podrás leer todos los microrrelatos premiados en el PRIMER CONCURSO DE MICRORRELATOS DEL IES "LA SERNA" y una selección de los mejores microrrelatos presentados. Pasa las hojas y disfruta la lectura.
Tanto a los premiados como al resto de los seleccionados que figuran en este Blog se les entregará una copia impresa de los microrrelatos.

Los concursantes premiados recibirán también un diploma acreditativo del premio recibido. La entrega de los diplomas y de las tarjetas-regalo de la FNAC se realizará la próxima semana en el Salón de Actos. El día y la hora se comunicarán oportunamente.

viernes, 14 de enero de 2011

LA HABITACIÓN BLANCA: TERCERA PARTE DEL RELATO DE MARTA HERNÁNDEZ HIDALGO, DE 4º A ESO

Siempre ocurre lo mismo con lo que uno aguarda ansiosamente: cuando al fin  llega, se alcanza la felicidad de tenerlo, pero se termina la ilusión de esperarlo. Eso nos pasa con la tercera parte del relato de MARTA HERNÁNDEZ HIDALGO, aunque colma las expectativas que la autora había despertado. Pero afortunadamente el relato todavía no ha concluido, así que de nuevo esperamos con ilusión  renovada una cuarta parte.


LA HABITACIÓN BLANCA, por MARTA HERNÁNDEZ HIDALGO

-Ah… -mascullé.
La potente luz blanca me cegaba y me obligaba a cerrar los ojos. En los segundos que duró mi ceguera, me centré en escuchar. No se oía absolutamente nada, ni siquiera el ruido del vuelo de una mosca. Aun así, percibí instantáneamente el fuerte olor a tabaco mezclado con el de la menta.
-Brian… -predije.
Abrí los ojos y lo que viI me horrorizó. Nos encontrábamos en la entrada de una pequeña habitación, iluminada con varios fluorescentes. El suelo estaba formado por varias baldosas blancas que estaban sucias y rotas. Las paredes, en alguna parte del pasado blancas, presentaban una gran suciedad. Al fondo de la habitación había una mesa con mucha maquinaria y un gran sillón negro. En el centro de la habitación, como una vulgar muñeca, yacía inmóvil Lucie.
-Lucie… -dije sin aliento.
Al fin, después de más de media hora buscando por túneles mal iluminados, la encontré. Sentía euforia por haberla encontrado, pero ésta fue cubierta por otros sentimientos como el miedo o el odio. Miedo de que le hubiese pasado algo a Lucie, de que ya fuera demasiado tarde. Odio hacia mí misma por no haber podido llegar antes y quizá haberla encontrado consciente… viva.
-¡Lucie! -gritó George.
En un acto reflejo, me interpuse entre mi hermana y George. El porqué, no lo sé, solo recuerdo que en ese momento yo respiraba agitadamente y que por las mejillas de George corrían algunas lágrimas, brillantes y cristalinas. George, aquél maldito descerebrado, el típico graciosillo que la mayor parte de personas odian, el tipo duro que nunca lloraba ni se daba por vencido… se había derrumbado totalmente delante de mí. Yo permanecí impasible, con los brazos levantados en señal de prohibición.
-Vaya, vaya -dijo una potente voz detrás de George-. Sigues siendo una desalmada por lo que veo.
La ira comenzó a correr por mis venas bruscamente, sin que yo quisiera.
-¡Brian! -grité.
Cuando quise darme cuenta, había avanzado hasta Brian y había adquirido una posición de ataque. Mi puño derecho, fuertemente apretado, avanzó rápidamente hacia el estómago de aquel hombre que se encontraba detrás de George. Él, habilidosamente, lo paró con su mano.
-Vaya, aún recuerdas mi nombre… creí que te habrías olvidado de mí -dijo el hombre, con una media sonrisa en sus labios-. Olvidar lo que nos interesa olvidar es conveniente, ¿me equivoco?
Su áspera mano apresó fuertemente mi muñeca, haciéndome daño. Forcejeé inútilmente, ya que él era más fuerte que yo.
-¿Qué hacéis aquí en Nochevieja? -preguntó divertido-. ¿Una fiesta? Porque me gustan las fiestas.
Brian me empujó y yo caí al suelo, justo al lado de Lucie. Él rió escandalosamente a la vez que daba dos pasos hacia delante. Detrás de él, aparecieron cuatro hombres de distintas edades. Al más joven de ellos le calculaba unos quince años. Tenía la cabeza gacha y llevaba una navaja, de mango y funda azules, en sus manos. A mi izquierda, George cerraba los puños con rabia. Antes de que hiciese alguna tontería, agarré una de sus manos y me levanté, obligándole a ponerse detrás de mí.
-Brenda, Brenda, Brenda… -dijo Brian-. Me encantaría quedarme a charlar contigo, ya sabes, contar viejas anécdotas y batallitas, pero tengo poco tiempo así que… me limitaré a explicarte lo que pasará esta noche…
-¿Esta noche? -dijo George.
-Si -le contestó Brian.
George, preocupado, se agachó y agarró delicadamente la mano de Lucie. Brian le miró con desprecio, con un gesto de asco en los labios.
-Amor, ¿eh? -dijo-. No sirve para nada, sólo para herir.
Un rastro de nostalgia, que fue rápidamente disimulado, apareció en su cara. El chaval, de pie en una esquina de la habitación, levantó la cabeza y miró a George, el cual mecía cariñosamente a Lucie, arropándola con sus grandes brazos. Sus tormentosos ojos grises parecían enturbiarse por momentos al contemplar a la pareja.
-A lo que iba -dijo Brian, recuperando su sonrisa-. Esta noche es tu fin, Brenda Morrison.
-No pienso dejarme ganar por alguien como tú -dije, poniéndome a la defensiva.
Brian rió con socarronería.
-¿Piensas en pelear contra mí? -dijo-. Siento decirte que yo no pegaría jamás a una chica y eso… me pone en desventaja. Tengo un plan mejor.
El chaval, empujado por los otros tres hombres, salió de la habitación. Parecía que habían ensayado el momento. Brian sacó un mando a distancia de su bolsillo y presionó el único botón que había en él. Dio unos pasos hacia atrás, hasta colocarse en la puerta.
-La bomba que hay detrás de ti estallará dentro de treinta minutos dejándote fuera de combate -dijo-. A ti y a toda la gente que hay en la ciudad celebrando como locos la Nochevieja. Felices sueños.
Dicho esto, salió rápidamente y cerró la puerta con llave. Corrí hacia la puerta y la golpeé varias veces con todas mis fuerzas, en un intento desesperado de abrirla.
-¡Brian! ¡Brian! ¡Abre la puerta, por favor! -grité-. ¡BRIAN!
-¿D… dónde estoy? ¿Quién es Brian?
A mi espalda, Lucie se había incorporado y miraba asustada a todas partes, sin abandonar el regazo de George. Mientras tanto, los grandes números del reloj de la bomba descendían rápidamente.