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viernes, 14 de enero de 2011

LA HABITACIÓN BLANCA: TERCERA PARTE DEL RELATO DE MARTA HERNÁNDEZ HIDALGO, DE 4º A ESO

Siempre ocurre lo mismo con lo que uno aguarda ansiosamente: cuando al fin  llega, se alcanza la felicidad de tenerlo, pero se termina la ilusión de esperarlo. Eso nos pasa con la tercera parte del relato de MARTA HERNÁNDEZ HIDALGO, aunque colma las expectativas que la autora había despertado. Pero afortunadamente el relato todavía no ha concluido, así que de nuevo esperamos con ilusión  renovada una cuarta parte.


LA HABITACIÓN BLANCA, por MARTA HERNÁNDEZ HIDALGO

-Ah… -mascullé.
La potente luz blanca me cegaba y me obligaba a cerrar los ojos. En los segundos que duró mi ceguera, me centré en escuchar. No se oía absolutamente nada, ni siquiera el ruido del vuelo de una mosca. Aun así, percibí instantáneamente el fuerte olor a tabaco mezclado con el de la menta.
-Brian… -predije.
Abrí los ojos y lo que viI me horrorizó. Nos encontrábamos en la entrada de una pequeña habitación, iluminada con varios fluorescentes. El suelo estaba formado por varias baldosas blancas que estaban sucias y rotas. Las paredes, en alguna parte del pasado blancas, presentaban una gran suciedad. Al fondo de la habitación había una mesa con mucha maquinaria y un gran sillón negro. En el centro de la habitación, como una vulgar muñeca, yacía inmóvil Lucie.
-Lucie… -dije sin aliento.
Al fin, después de más de media hora buscando por túneles mal iluminados, la encontré. Sentía euforia por haberla encontrado, pero ésta fue cubierta por otros sentimientos como el miedo o el odio. Miedo de que le hubiese pasado algo a Lucie, de que ya fuera demasiado tarde. Odio hacia mí misma por no haber podido llegar antes y quizá haberla encontrado consciente… viva.
-¡Lucie! -gritó George.
En un acto reflejo, me interpuse entre mi hermana y George. El porqué, no lo sé, solo recuerdo que en ese momento yo respiraba agitadamente y que por las mejillas de George corrían algunas lágrimas, brillantes y cristalinas. George, aquél maldito descerebrado, el típico graciosillo que la mayor parte de personas odian, el tipo duro que nunca lloraba ni se daba por vencido… se había derrumbado totalmente delante de mí. Yo permanecí impasible, con los brazos levantados en señal de prohibición.
-Vaya, vaya -dijo una potente voz detrás de George-. Sigues siendo una desalmada por lo que veo.
La ira comenzó a correr por mis venas bruscamente, sin que yo quisiera.
-¡Brian! -grité.
Cuando quise darme cuenta, había avanzado hasta Brian y había adquirido una posición de ataque. Mi puño derecho, fuertemente apretado, avanzó rápidamente hacia el estómago de aquel hombre que se encontraba detrás de George. Él, habilidosamente, lo paró con su mano.
-Vaya, aún recuerdas mi nombre… creí que te habrías olvidado de mí -dijo el hombre, con una media sonrisa en sus labios-. Olvidar lo que nos interesa olvidar es conveniente, ¿me equivoco?
Su áspera mano apresó fuertemente mi muñeca, haciéndome daño. Forcejeé inútilmente, ya que él era más fuerte que yo.
-¿Qué hacéis aquí en Nochevieja? -preguntó divertido-. ¿Una fiesta? Porque me gustan las fiestas.
Brian me empujó y yo caí al suelo, justo al lado de Lucie. Él rió escandalosamente a la vez que daba dos pasos hacia delante. Detrás de él, aparecieron cuatro hombres de distintas edades. Al más joven de ellos le calculaba unos quince años. Tenía la cabeza gacha y llevaba una navaja, de mango y funda azules, en sus manos. A mi izquierda, George cerraba los puños con rabia. Antes de que hiciese alguna tontería, agarré una de sus manos y me levanté, obligándole a ponerse detrás de mí.
-Brenda, Brenda, Brenda… -dijo Brian-. Me encantaría quedarme a charlar contigo, ya sabes, contar viejas anécdotas y batallitas, pero tengo poco tiempo así que… me limitaré a explicarte lo que pasará esta noche…
-¿Esta noche? -dijo George.
-Si -le contestó Brian.
George, preocupado, se agachó y agarró delicadamente la mano de Lucie. Brian le miró con desprecio, con un gesto de asco en los labios.
-Amor, ¿eh? -dijo-. No sirve para nada, sólo para herir.
Un rastro de nostalgia, que fue rápidamente disimulado, apareció en su cara. El chaval, de pie en una esquina de la habitación, levantó la cabeza y miró a George, el cual mecía cariñosamente a Lucie, arropándola con sus grandes brazos. Sus tormentosos ojos grises parecían enturbiarse por momentos al contemplar a la pareja.
-A lo que iba -dijo Brian, recuperando su sonrisa-. Esta noche es tu fin, Brenda Morrison.
-No pienso dejarme ganar por alguien como tú -dije, poniéndome a la defensiva.
Brian rió con socarronería.
-¿Piensas en pelear contra mí? -dijo-. Siento decirte que yo no pegaría jamás a una chica y eso… me pone en desventaja. Tengo un plan mejor.
El chaval, empujado por los otros tres hombres, salió de la habitación. Parecía que habían ensayado el momento. Brian sacó un mando a distancia de su bolsillo y presionó el único botón que había en él. Dio unos pasos hacia atrás, hasta colocarse en la puerta.
-La bomba que hay detrás de ti estallará dentro de treinta minutos dejándote fuera de combate -dijo-. A ti y a toda la gente que hay en la ciudad celebrando como locos la Nochevieja. Felices sueños.
Dicho esto, salió rápidamente y cerró la puerta con llave. Corrí hacia la puerta y la golpeé varias veces con todas mis fuerzas, en un intento desesperado de abrirla.
-¡Brian! ¡Brian! ¡Abre la puerta, por favor! -grité-. ¡BRIAN!
-¿D… dónde estoy? ¿Quién es Brian?
A mi espalda, Lucie se había incorporado y miraba asustada a todas partes, sin abandonar el regazo de George. Mientras tanto, los grandes números del reloj de la bomba descendían rápidamente.

5 comentarios:

  1. Marta!! No tengo palabras para decirte lo GENIAL que escribes!! Esta estupendamente redactado , por cada línea que leo me entran más ganas de seguir.
    No dejes nunca de escribir, porque se ve que vales para ello.
    MUCHAS FELICIDADES! =) =)

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  2. Por fin la tercera parte :D. Me encanto, esta muy interesante y espero que la cuarta parte este también tan interesante.

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  3. Marta, creo que los has conseguido.

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  4. escribe pronto la continuación.

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  5. Marta, me gusta mucho cómo escribes.

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