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Este BLOG os pertenece, es vuestra puerta al mundo de la escritura, es decir al mundo de la vida. Podéis abrir la puerta con suavidad, sin apenas meter ruido. O podéis abrirla de forma escandalosa, llamando la atención de todos. Podéis entornarla un poco, o podéis abrirla de par en par. Cada uno tiene que encontrar su propia forma de llamar a esa puerta, de abrirla, de hablar con los que están dentro o con los que quedan fuera. Parece fácil, pero ese aprendizaje puede llevar toda la vida.

martes, 11 de enero de 2011

LORENA MONTESINO, DE 2º E ESO NOS LLEVA A UN PUEBLO SUPUESTAMENTE ABURRIDO

LORENA MONTESINO, de 2º E ESO, nos regala la historia de Judit a la que una decisión de su madre lleva al pueblo de su abuela, donde no encuentra el aburrimiento que temía sino una inesperada aventura. Una historia sencilla pero bien contada, con un ritmo ajustado del principio al final, que demuestra que no es necesario viajar a lugares exóticos para encontrar el riesgo y la sorpresa




EL PUEBLO DE LA ABUELA,  por LORENA MONTESINO

Judit no podía creerlo: ¿Era ella la que iba montada en aquel autobús, lleno de ancianos, rumbo a un pueblucho minúsculo y prácticamente deshabitado? Sí, era ella. Aquella misma mañana, su madre la había dejado en la parada del autobús, con una bolsa de deporte con ropa y la palabra en la boca. Su madre le había dicho que no aguantaba más sus historias, sus ganas de inventarse cosas y los pájaros que tenía en la cabeza, y la había mandado todo un mes de julio al pueblo con su abuela, mientras los padres se iban a la playa.

Tras estar sumida en sus pensamientos, odiando a su madre, Judit llegó al pueblo. No se dio cuenta de que esa era su parada y, al enterarse se levantó corriendo para decírselo al conductor.

Judit cogió la mochila y bajó del autobús. Anduvo sola hasta llegar a la plaza del pueblo. "Ya, ni tengo abuela", pensó mientras llegaba a la casa. Tocó el timbre, pero ni siquiera la abrió nadie. Probó suerte a abrir la puerta, por si estaba abierta. Como si se abrió, entró y dejó sobre una mesa las cosas. Como no tenía nada que hacer, fue al aparador y cogió las llaves del patio. Fue hasta allí y abrió la puerta. Allí estaba su bici, su único entretenimiento en el pueblo. La cogió, llenó la cantimplora, se hizo un bocadillo, cogió la crema solar y le puso una nota a su abuela para decirle que se iba al bosque de excursión.

Se montó en la bici y comenzó a pedalear. Perdió la noción del tiempo y, cuando se dio cuenta, ya era la hora de comer. Llegó a una cuevecilla y allí se sentó. Cuando terminó el bocadillo, oyó algunas veces que parecían venir del interior de la cueva. Judit puso la oreja en la pared para oír mejor, pero lo que oyó no le gustó nada: se oían gritos y golpes. Judit pensó que era una discusión, así que decidió irse. Se montó en la bici y, cuando no llevaba ni diez minutos montada, se cayó al suelo. Pensó que había tropezado con una piedra o alguna planta, pero cuando se levantó no había nada que hubiese impedido el paso.

Oyó un crujido y al darse la vuelta vio a un hombre alto, delgado y con un rostro enfadado. Judit se quedó paralizada y no supo qué hacer. El hombre se acercó a ella y la cogió del brazo.Judit manoteó poara soltarse y, de  repente, se despertó en una estancia oscura y húmeda. Hacía mucho frío y ella no se acordaba  por qué estaba allí. Entonces oyó pisadas y alguien abrió la puerta. Era el mismo hombre que antes había estado detrás de ella. "¿Dónde estoy?", le preguntó Judit, "¿Quién eres?

El hombre no dio respuesta, tan solo cogió a Judit por el brazo y la levantó. Salieron por una puerta y, al ver lo que allí había, Judit comenzó a entenderlo todo: había millones de cajas llenas de objetos de valor y dinero. Judit se dijo a sí misma que había que salir de allí. Decidió enfrentarse al hombre. Le dio una patada y, al pillarle desprevenido, el hombre la soltó.

Juditr salió corriendo y como no sabía dónde ir, fue hacia la habitación más próxima. Cerró la puerta y abrió la ventana. Por suerte, estaba lo suficientemente baja para poder saltar. Salió por la ventana y se encontró la bici fuera. Se montó y pedaleó hasta llegar al pueblo.

Una vez allí, fue a la comisaría y lo contó todo.. La policía fue hacia donde Judit había dicho, ya que llevaban mucho tiempo detrás de esos ladrones. A Judit la llevaron al hospital, ya que tenía una herida en la cabeza y había que curársela. Después, de camino a casa, vio cómo los policías llevaban detenidos al hombre y a dos mujeres más.

Al llegar a casa y abrazar a su abuela, se dio cuenta de que no se lo pasaría tan mal en el pueblo.

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