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miércoles, 24 de noviembre de 2010

RELATOS DE AVENTURAS DE LUIS MIGUEL SOTILLO Y ESTEFANY JUDITH MUÑOZ HUERTAS , DE 1º A ESO

A cualquiera que haya seguido nuestro blog le resultará ya familiar el nombre de LUIS MIGUEL SOTILLO. Primero nos sorprendió con un relato policiaco; luego nos llevó a un terreno más personal e intimista, y ahora nos embarca en una aventura de piratas, "El azote carmesí", en la mejor tradición del género. El relato tiene gracia y desparpajo, cualidades que le presta el descarado narrador, que casi parece salido de esa casta de rufianes simpáticos que pueblan "La isla del tesoro". 

Su compañera ESTEFANY JUDITH MUÑOZ HUERTO nos ofrece una aventura más contemporánea y quizá más realista. Tres chicas, ¿turistas?,  se encuentran en una isla tras el naufragio del barco en el que viajaban. Ni que decir tiene que la narradora, pese a las penalidades,  sobrevive para contarlo. En este relato se adivina la sombra de "Robinson Crusoe" aunque no hay rastro alguno de su amigo Viernes. !Para que luego digan que el turismo de hoy no ofrece sorpresas!


EL AZOTE CARMESÍ, por LUIS MIGUEL SOTILLO

El día 8 de septiembre de 1624, me encontraba en mi barco, el Dragón Escarlata.

El escorbuto y la falta de provisiones hacían mella en la tripulación. Muchos hombres murieron, pero su sacrificio no fue en vano; gracias a ellos yo tenía en mi poder la mitad del mapa que llevaba a una isla del tesoro. Lo malo es que para localizar el tesoro necesitaba la otra mitad del mapa, que estaba en poder del capitán Eizan, fiel servidor del rey de las Españas.

Mi plan era simple: localizar a Eizan, abordar su barco y robarle su mitad.

Lo malo es que no tenía ni idea de dónde encontrar a Eizan y lo peor: no disponía de recursos para encontrarlo. Así que me fui al puerto español más cercano y amarré allí mi barco. Era la ciudad de Cádiz, lugar perfecto para reclutar hombres y obtener provisiones.

Antes de zarpar de nuevo, me fui a la taberna, para ver si averiguaba algo sobre el paradero de Eizan.

- Es el lugar perfecto -pensé-, seguro que  hay algún oficial borracho al que preguntar.

Tuve mucha suerte, encontré a un oficial borracho que se había quedado sin dinero y me diría cualquier cosa por que le pagara una o dos rondas. Me dijo que Eizan había partido hacia las Américas hacía un día o dos. Le pregunté si sabía algo más, pero se desmayó antes de que me respondiera.

Volví al puerto y subí a mi barco. Allí los tripulantes me preguntaron:

- ¿A dónde vamos, capitán?

Y yo les respondí:

- A las Américas.

Minutos después, partimos hacia las Américas, pero yo seguía sin tener ni idea de cómo encontrarle.

- Improvisaré sobre la marcha -pensé.

Al día siguiente, me encontraba durmiendo cuando un grito me despertó. Subí a cubierta y vi lo que teníamos enfrente: había un barco español de pequeño tamaño.

Solo una descarga de los cañones bastó para que los enemigos se postraran ante mis pies.

Pregunté al capitán sobre el paradero de Eizan y me dijo que se hallaba en Perú reponiendo provisiones.

Puse rumbo a Perú poco después de hundir ese barco con su capitán y la tripulación dentro. Estábamos a tres días de Perú. Durante dos días estuve navegando. Pero un día antes de llegar a Perú, divisamos el barco de Eizan, el Victoria, un barco admirable, acompañado por dos pequeñas fragatas.

Nos pusimos en posición de ataque y empezamos a disparar los cañones sin parar. Pocos minutos después, las dos fragatas yacían en el fondo del mar y el Victoria había sufrido graves daños, pero Eizan no se daba por vencido y siguió atacando. Yo me acercaba lentamente a él, sin disparar muchos cañones, pues no me interesaba matarle aún. Cuando estuvimos lo bastante cerca, abordamos el barco y matamos a todo el que se interponía en nuestro camino. Eizan se defendió bien, era un luchador admirable, pero el número de tripulantes del Victoria seguía bajando y, al final, Eizan fue el último en seguir en pie. Le obligué a darme la mitad del mapa que me faltaba y lo hizo sin oponer resistencia. Eizan aceptaba la derrota, una cualidad que le hacía ser un gran oponente, digno de mi respeto.

La mitad de Eizan revelaba la posición de la isla. Pero no me gustaba mucho la idea de ir a aquel lugar dejado de la mano de Dios, se encontraba cerca del polo Norte. Yo ya tenía lo que quería, pero no sabía qué hacer con Eizan. Había sido un buen oponente hasta el final, no merecía ser asesinado por alguien tan despreciable como yo. Así que le dejé en el puerto más cercano y puse rumbo a la isla.

Estuve varias semanas navegando, pasaba pocas veces en puertos porque ya le habían puesto precio a mi cabeza, lo que me hacía sentir halagado. De vez en cuando, tenía algún altercado con la Marina española, nada que no se pudiera solucionar con un par de cañonazos.

Cada vez estaba más cerca, lo sentía en mi corazón. Algo me atraía con fuerza hacia la isla, llegó un momento en que me obsesionaba tanto el tesoro que no podía pensar en otra cosa más. Cuando llegamos a la isla, no podía controlar mis acciones, me volví loco, la avaricia me cegaba. Empecé a cavar con todas mis fuerzas, mi obsesión era cada vez mayor. Hasta que lo encontré. Yacía bajo mis pies una gran cantidad de oro, era más de lo que imaginaba, no podía dar crédito a lo que veían mis ojos. Cogí todo el oro que allí yacía y lo guardé en mi barco. Zarpé con el Dragón Escarlata sin dirección alguna.

- El viento me lo dirá -pensé.



 NÁUFRAGAS, por ESTEPHANY  JUDITH MUÑOZ HUERTO


Corría el año 1978 y me encontraba a bordo del barco Tiburón.

Una mañana avistamos nubes muy oscuras y comenzó a correr mucho viento, y pasadas unas horas se desató una tormenta muy fuerte. En cuestión de minutos, vimos que una ola gigantesca nos levantaba y partía el barco en dos. Desde ahí, no supe nada de lo que ocurrió; desperté a orillas de una isla, caminé horas y horas en busca de alguna compañera, pero no hubo suerte. Así llegó la noche y tuve que refugiarme en una cueva.
Al día siguiente, me adentré en el bosque y a lo lejos vi columnas de humo, y me alegré porque eso era signo de vida. Fui corriendo a ver quién era y me llevé la sorpresa de que era Laura, la amiga con quien viajaba en el barco:

 ¡Qué alegría de verte! -exclamé-. Gracias a Dios que te he encontrado.

¿Somos las únicas sobrevivientes? -preguntó Laura.

 Creo que sí -respondí.

Observé que su ropa estaba destrozada y sucia.

 ¿Te ha ocurrido algo? ¿Te encuentras bien -pregunté.

 Estoy bien, solo que me ensucié al explorar el bosque -respondió Laura.

El hambre nos obligó a buscar comida, lo cual era muy fácil ya que había muchos animales salvajes. Con ella pasé muchas aventuras y muchos peligros. Construimos juntas un campamento donde nos refugiamos.

Dos días después, se nos ocurrió la gran idea de escalar la montaña más alta que había en la isla para tener una mejor visión de todo lo que había. Decidimos hacer una gran fogata para que así nos viera algún barco. A lo lejos, escuchamos gritos de alguien que se fue acercando poco a poco, y, para mi sorpresa, era Estrella, otra compañera del barco, que llevaba varios días de sed y hambre, y la ropa hecha pedazos, y muchas heridas en mal estado.

¿Qué te ha pasado? -pregunté.

Ya os lo contaré, pero ahora llevadme a algún sitio donde pueda curarme mis heridas -respondió Estrella.

La bajamos de la montaña y la llevamos al campamento para alimentarla y curar sus heridas.

Nos contó que se había encontrado con un tigre y tuvo que echar a correr, salvándose de milagro.

Los días y los meses fueron corriendo y una buena mañana avistamos en el horizonte del mar a un barco, y entonces, desesperadas, corrimos a la montaña para encender la fogata y que nos pudieran ver. Nos dimos cuenta de que dio la vuelta y, ya cerca de la orilla, desembarcaron unos hombres de tres lanchas y se acercaron a la playa. De esa manera fuimos rescatadas.

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