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Este BLOG os pertenece, es vuestra puerta al mundo de la escritura, es decir al mundo de la vida. Podéis abrir la puerta con suavidad, sin apenas meter ruido. O podéis abrirla de forma escandalosa, llamando la atención de todos. Podéis entornarla un poco, o podéis abrirla de par en par. Cada uno tiene que encontrar su propia forma de llamar a esa puerta, de abrirla, de hablar con los que están dentro o con los que quedan fuera. Parece fácil, pero ese aprendizaje puede llevar toda la vida.

martes, 9 de noviembre de 2010

LA MUERTE VISTA CON LOS OJOS DE LOS ALUMNOS DE 3º B ESO: RELATOS

Cuando se aproximaba el final de Octubre, y con él  el Día de los Difuntos,  fue relativamente fácil sortear el "Trick or Treat" de Halloween -ya hemos publicado un relato con muchos de los ingredientes del género-  pero resultó mucho más difícil impedir que la Muerte con mayúsculas impusiera su ley fatal, literariamente hablando.  Así que "henos aquí," como diría un antiguo, obligando a escribir a los alumnos de 3ºB ESO sobre este fatídico, y verdaderamente inmortal, asunto. Ni que decir tiene que no sonaron aplausos.

Se exigió un enfoque realista, sin descartar, por inevitables, las emociones e incluso las efusiones sentimentales. Los adolescentes están muy familiarizados con la muerte virtual, la de las películas o los videojuegos, pero la muerte real despierta en casi todos un rechazo casi supersticioso, aunque en muchos casos ya han tenido que enfrentarse al dolor de la pérdida de un ser querido. Nadie estaba, por supuesto, obligado a contar una experiencia personal. por más que hacerlo pudiera tener un valor terapéutico, pero tampoco había una prohibición expresa de hacerlo. Como siempre, el profesor propone, pero el alumno dispone. Así es y así debe ser en estos asuntos de la escritura.

El resultado lo tenéis ante vosotros. No seremos nosotros los que descubramos lo que de realidad y de ficción hay en cada relato. Esa diferencia puede tener sentido para sus autores; al lector lo que le importa es que la plasmación literaria esté lograda, que resulte convincente. A veces, por obra y arte de las palabras, la realidad inventada resulta más verdadera y genuina que la realidad vivida; a veces también, cuando la emoción encuentra el tono y las palabras justas, la realidad vivida -revivida en la escritura- se expresa con una fuerza insuperable.

El resultado, en cualquier caso, lo tenéis a la vista en esta selección de relatos.




MUERTE INESPERADA, por ROBERTO LEÓN RUBIO


Maldito día aquel en el que mi abuela perdió la vida. Estamos todos de cena en casa, cuando mi abuela se ofrece para bajar la basura. Mi familia y yo lo estamos pasando de lujo: mi primo y yo jugando a la consola, mís padres y tíos charlando, y mi prima y mi hermana jugando a las muñequitas.

Había pasado ya un rato desde que mi abuela se había ido a tirar la basura. Mis padres y tíos empezaron a extrañarse al ver que no volvía, hasta que mi madre, más que nada por quedarse tranquila, se aasoma a la ventana. De repente, todos oímos sus gritos y nos levantamos corriendo. Mi madre está llorando, tendida en el suelo. Le preguntamos qué pasa y nos señala la calle.Voy corriendo y descubro que mi abuela está en el suelo de la carretera cubierto de sangre.

Cinco minutos más tarde llamamos a una ambulancia. Cuando llega nos dan el pésame y nos dicen que no pueden hacer nada por su vida. "Es injusto que se muera", decimos mi primo y yo deshechos por la tragedia.

Mi abuela era una gran persona y siempre lo será. Esos momentos de risa cuando hacíamos fiestas o en nuestro cumpleaños nunca los olvidaremos. Siempre que la veíamos nos daba unos euros para que nos comprásemos algo. Antes de comprarse ella cosas siempre miraba por sus hijos y por sus nietos.

Siempre llevará dentro de ella esos recuerdos de cuando se casó, de cuando tuvo a sus tres bellos hijos, de cuando su marido fue a la guerra, donde lo mataron.

Nunca me olvidaré de ella y siempre quedará una parte de mi corazón dolida por su ausencia.


MI PADRE, por TERESA MARTÍNEZ PIÉLAGO

Llevaba un año y unos cuantos meses enfermo, o bien en el hospital o bien en casa, tumbado en la cama durante todo el día.

Era una situación dura, sobre todo para mí, que tenía únicamente ocho años.

Apenas me enteré de lo que ocurría, sabía que no se trataba de algo simple, pero no algo que pudiera llegar a la muerte.

Mi padre era un hombre inteligente y trabajador, siempre estaba atento y era capaz de cualquier cosa por mi familia.

Pasé un año separada de él. Veía a los mayores moverse de aquí para allá, sin un porqué. Mi hermano estaba algo confundido por la situación, pero supongo que entendería la razón de ella.

Cuando mi padre  se encontraba en casa, yo pasaba la mayor parte del tiempo junto a él, pues echaba de menos esas risas divertidas que tanto nos identificaban.Ahora en su cara seria y triste solo se distinguían unos ojos caídos, de los que se desprendían unas lágrimas a escondidas.

Era un día frío y lleno de nubes negras que parecían presagiar un acontecimiento horrible.

Llegué a casa con una sonrisa, que se desvaneció en el ambiente seco y vacío que encontré.

Pasé a dejar las cosas a mi habitación y, como de costumbre, miré por la pequeña abertura de la puerta de la habitación de mis padres, que estaba vacía.

Cuando me vio mi madre me dijo: "Papá se ha ido al cielo". Inmediatamente comencé a llorar.

Parecía algo prácticamente imposible de ocurrir, pues era una de esas cosas que solo les ocurren a los demás y las ves muy lejos de tu alcance.

No puede siquiera despedirme de él. Era algo que nadie podía entender, excepto aquellas personas que habían pasado por una experiencia semejante.

Es una emoción que no puede explicarse con palabras. Es un sentimiento doloroso en el interior de tu corazón, pues pierdes a la persona con la que has compartido toda tu vida.

La falta de su presencia me hizo rememorar todos los momentos del pasado, como las últimas vacaciones que pasé junto a él, o la primera bicicleta que me regaló, pero sobre todo cuando volaba con él los aviones, que yo misma le ayudaba a construir, en un campo ahora convertido en una zona urbanizada que parece borrar todos los recuerdos.

Pero yo sé que nunca le podré olvidar, y me imagino que él me acompaña a todas partes donde voy. Era, es y será mi padre.







JAVIER, por LYDIA RUBIO VICARIO

Todas las noches se oía la misma canción: el pequeño de la casa no quería dormir solo.


Se oía. "Vete con papá"; "No, no, con las niñas". Él se paseaba por el pasillo llorando con su chupete, hasta que, como siempre, se venía a mi cama.


Tenía un olor especial, abrazarlo era muy reconfortante, pues yo me sentía su protectora, aunque me llenara de lágrimas y mocos.


Desde que nació tenía algún problema de bronquios y debía vacunarse para evitar los constipados. Era moreno, gordito, con ojos tan grandes como platos. Su boca estaba siempre ocupada con su chupete, que no se quitaba ni para reír ni para llorar, ni casi para comer.


Con su media lengua y sus manitas regordetas me llamaba "tata, tata" para que yo le cogiera. Era muy mimoso. Era como tener un muñeco grande al que no podía quitarle las pilas de vez en cuando.


Era su cumpleaños: tres años. Había estado en el médico para que le pusieran la vacuna. Ese día fuimos a visitar a mis tíos. Él no paraba de repetir todo el rato "pupa aquí", señalando su brazo regordete. Cuando llegamos a casa, estaba cansado y le subió un poco la fiebre. Era normal, después de la vacuna siempre se quedaba un poco pachucho. Yo me fui a la academia y él se quedó dormido en brazos de mi abuela.


¿Qué pasó en esa hora? Aún me lo pregunto y no encuentro respuesta.


Cuando salí de la academia vino a buscarme mi vecina y me dijo que me tenía que ir a dormir a su casa, ya que mis padres se encontraban en el hospital.


-¿En el hospital? ¿Qué pasa? -Como mi padre era él único al que yo no había visto ese día, pregunté a mi vecina: -¿Qué le ha pasado?


-No, no... es tu hermano que...está malito -me mintió.


Me fui tranquila, pues nunca pensé que algo malo iba a pasar.


Alguien dijo que él había muerto. ¿Cómo? !Estaban locos! !Era imposible! No podía ser él, se me vino el mundo abajo, pero, desgraciadamente, así fue, mi pequeñin, mi hermano...había muerto.


Volver a casa, sin él, empezaban las dudas, las preguntas, la incomprensión. ¿Por qué?, me repetía una y otra vez.


Miraba la puerta, como esperando que él  regresara, era un sueño... ¿Qué fue? Fue una pesadilla. Incluso le oía y le sentía a mi lado. Me gustaba oler su ropa, era como volver  a tenerle cerca.


¿Cómo vivir sin él? No será posible, él forma parte de mi vida y ya no está aquí.


Es algo tan doloroso, tan incomprensible, tan injusto. ¿Cómo se puede describir? No existen palabras, es una sensación de vacío, de impotencia, algo que te hace estremecer.


¿Y escribir sobre ello?... ¿Cómo?, si su recuerdo te hace llorar y no te deja escribir.


Poco a poco "te acostumbras" y empiezas a sentir de otra manera su ausencia, con el mismo dolor, pero sabiendo que he tenido el mejor hermano del mundo.


Y aunque no esté yo le quiero, y le siento igual que cuando se metía conmigo en mi cama, quizá esté  muy cerca, pues asi lo siento yo.


Gracias por existir, "mi pequeñín".





RECUERDOS DE BÁRBARA, por SARA PADILLA

-!!Nooo!! -gritaba desesperada.

-Venga, Laura, por favor, tranquilízate. Ya sabemos que es difícil, pero no puedes estar lllorando y gritando todo el tiempo -me decían mis familiares y amigos-. Sabemos que la Pérdida de tu hermana Bárbara ha sido horrible, y más ella con ocho añitos que tenía. Tú tienes diez, tampoco entiendes todavía el sentido de la vida. Todos lo estamos pasando fatal.

-¿Laura? -dijo mi madre.

Me desmayé. Tenía mucha presión acumulada y muy pocas fuerzas.

-Oh, no.  !Una ambulancia, por favor!

A los veinticinco minutos recuperé la conciencia, ytas varios intentos de los médicos, que me daban ya por perdida, pues  del golpe tenía varias lesiones graves en la cabeza.

Estuve varios días en el hospital porque tenía que recuperar fuerzas. No comía nada voluntariamente, sino que me alimentaban con una vía, y tgenía unas increibles ganas de no dormir. Mi familia preguntaba a los médicos que si me podría recuperar y volver a sonreir y llevar mi vida de siempre. Ellos lo veían posible, pero dentro de algún tiempo.

Para hacer más corto ese tiempo, todos los días mis hermanos (yo era la más pequeña, ya que Bárbara se había ido) intentaban hacerme recordar los estupendos momentos que había pasado junto a Bárbara, pues yo era de sus hermanas la que más tiempo había estado con ella.

Me hicieron ver que Bárbara se había ido a otro lugar en el que ya no sufriría por nada, y que tarde o temprano yo dejaría de sufrir también . La vida sigue aunque te dé muchos palos.

No me dijeron que estaba muy grave y que no aguantaría mucho más, para no hacerme sufrir por adelantado, pero el dolor no se iba a ir fácilmente.

Durante los quince días que estuve en el hospital ingresada, recordé los fantásticos momentos que pasé con mi hermana Bárbara: cuando íbamos y volviamos del colegio, cuando saliamos a comprar los sábados y corriamos como locos de tienda en tienda, cuando íbamos a casa de nuestros tíos y jugábamos con los primos Enrique y Erika, y hasta recordaba con alegría las broncas que teníamos y cómo nos quedábamos castigadas por culpa de la otra.

Pasó el tiempo y yo me recuperé. Volví a casa con mi familia, y lo único que ahora recordaba eran los buenos momentos que pasé con mi hermanita y apenas quedaba pena. ¿Para qué llorar y deprimirte? !Sé feliz!

-Me alegro un montón de verte ya recuperada, Laura -me dijo Víctor, mi mejor amigo, que en ningún momento, cuando lo he necesitado, me ha dejado sola.

-A partir de ahora, Víctor, viviré la vida con una sonrisa en la cara. Antes pensaba que sería mejor dejar de luchar por vivir e irme con mi hermana, pero sé que con el tiempo ella y yo volveremos a estar unidas y nadie nos podrá separar.



RECUERDOS, por MARÍA GALLEGO MORENO

Aún recuerdo ese día. Ese día en que pensaba que el mundo se me venía encima. No tenía esperanzas ni ganas de vivir si tú no estabas a mi lado. "Cómo se puede morir una persona con dieciséis años", me preguntaba.

Los primeros días fueron como si estuviera en una nube blanca, todo me parecía extraño. Hasta que pasó un mes y decidí que no podía estar así, que la vida seguía y que tenía que afrontar los hechos fueran como fueran.

Vivo como antes, pero ahora sin ti, aunque creo que lo he superado: ya no lloro al decir tu nombre, ni me emociono, solo pienso en los buenos momentos que he pasado a tu lado.

Como cuando era pequeña y te venías a mi habitación, diciéndome que tenías miedo y que si te podías dormir conmigo. Luego, por las mañanas, mamá no te encontraba, pero siempre se suponía que estabas en mi habitación.

O esos veranos en la playa, cuando papá te compró tu tercer bañador- Era de Spiderman, recuerdo lo que te gustaba, no te lo podíamos quitar ni cuando estaba mojado.

Pero también recuerdo esos momentos de adolescencia que estábamos pasando, y que la muerte te interrumpió. Esas charlas que me dabas sobre chicos, que no tenían ni pies ni cabeza, pero que ayudaban a sontreír en los malos momentos.

Solo quiero hacerte saber que sigues estando dentro de mía vida, aunque no estés a mi lado, y que te quiero.




LA PÉRDIDA, por JORGE SÁNCHEZ GARCÍA

No lo podía creer, me lo contaba mi amiga llorando y sólo pensaba que estaba equivocada. Él no podía estar muerto.

Esa misma mañana fui con él a comprar el pan y nos reímos un rato tomando unos chuches que habíamos comprado con las vueltas.

Entonces vino Luisma. Venía blanco, desencajado. De repente sentí que me faltaba el aire, que los edificios daban vueltas a mi alrededor, y en ese momento me di cuenta de que era verdad. Nunca más podría ir a buscarlo a su casa, a reírme de las chicas con él, a echar un partidillo en la plaza.

Sin quererlo, me di cuenta de que lloraba, de que me faltaba una parte de mi vida, de que no era capaz de decirles a mis amigos nada que les hiciera sentir mejor. Después vino la rabia, el odio, me hubiera gustado que hubiera un culpable, alguien a quien pegar.

Pero no era sí. Cuando puede respirar hondo pregunté: -¿Cómo ha sido? Y me dijeron:

-Fue de repente, creen que le falló el corazón, pero hasta que no lo vea el forense no lo sabrán seguro.

Se me vinieron a la cabeza cien preguntas: ¿Cómo es posible?, si estaba sano, si no tenía ni un constipado. ¿Pero a alguien de mi edad le puede fallar el corazón?

Lo siguiente era pensar qué haríamos ahora. Tendríamos que apoyar a la familia, pero no sabíamos cómo, así que decidimos volvernos cada uno a nuestra casa y hablar con nuestros padres qué hacer y cómo.

De esto han pasado ya dos años, aunque ya soy capaz de reconocer que mi amigo ya no está con nosotros.

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